En lo relativo a los videojuegos, la nostalgia puede ser algo muy poderoso. Si se mide bien, puede evocar sensaciones capaces de conmover hasta a quienes no tienen recuerdos del pasado distante. La nostalgia puede crear un vínculo más profundo con los jugadores, con independencia de si han vivido o no los acontecimientos a los que se hace referencia. Pone el escenario, define la atmósfera. Hace que el juego sea… especial.
Tal es el caso de Wolfenstein: The Old Blood. En las certeras manos de la desarrolladora Machine Games, este juego independiente es, sin lugar a dudas, nostalgia bien hecha.
Esto resulta evidente desde el imponente escenario de inicio del juego. Cuando The Old Blood empieza, nos presenta a un B.J. Blazkowicz sin duda menos canoso, que se dirige a un complejo secreto: el misterioso aunque majestuoso castillo Wolfenstein. Vemos cómo la mastodóntica fortaleza medieval aparece a lo lejos, en un frío día de invierno, en el que las etéreas nubes cubren levemente las cimas nevadas. A medida que nos acercamos, vemos a un nazi patrullando en un puesto de control, con un panzerhund a su lado. Pasamos el control de seguridad (vamos de incógnito) y finalmente nos encontramos en un teleférico, ascendiendo hasta la entrada del castillo.
Y es entonces cuando vemos el cartel, WOLFENSTEIN, y somos conscientes de que estamos en un lugar especial.
Con independencia de si hemos jugado o no al ya clásico Return to Castle Wolfenstein de 2001, notaremos algo especial. Resulta fácil entender que nos estaremos adentrando en un monumento de la historia de los juegos. Pronto podremos explorar este maravilloso castillo. Una vez dentro, podremos acabar con muchos nazis. Y va a ser asombroso.
El prólogo es el pasado
The Old Blood se desarrolla a lo largo de ocho extensos capítulos y ofrece un sustancial número de horas de juego matando nazis. Los primeros cuatro capítulos conforman una historia independiente que nos lleva directamente a la segunda parte, que se ambienta fuera del castillo, en la pintoresca aldea de Wulfburg. Pero antes de llegar ahí, deberemos sobrevivir a “Rudi Jäger y la guarida de lobos”.
La supervivencia es la clave, porque todo el primer nivel se desarrolla en los calabozos, en lo más hondo de las entrañas del castillo Wolfenstein. B.J. está encerrado, solo, sin armas, en el fondo de un pozo lleno de cucarachas. Entonces intenta trepar por una pared y acaba cayendo con una tubería rota entre las manos. Evidentemente, esta se convierte rápidamente en un arma completamente nueva para nuestro intrépido héroe: un brutal útil de combate cuerpo a cuerpo que se puede dividir en dos para pegar con él a una o dos manos (y realizar algunos derribos que nos dejarán alucinados), y utilizar como herramienta para avanzar. La tubería no solo protege, sino que también se puede utilizar para trepar por ciertas paredes, alcanzar trampillas lejanas e incluso atravesar paredes que no sean muy gruesas. No solo resulta cotidiana y familiar, sino que también abre nuevas y espectaculares experiencias de juego.
Además, resulta muy útil contra uno de los nuevos enemigos que encontraremos al inicio: un Supersoldaten (supersoldado) de primera generación. Estos imponentes colosos están conectados a una fuente de energía y siguen caminos establecidos (según el cableado). Esto representa una nueva vuelta de tuerca en la fórmula del juego con sigilo: en algunos casos, B.J. tendrá que evitar a estos poderosos enemigos y en otros, deberá localizar su fuente de energía, apagarla y apresurarse a asestarles el golpe de gracia (¡rápido, antes de que vuelvan a activarse!).
Aunque el primer capítulo se base sobre todo en el sigilo, The Old Blood comparte uno de los puntos fuertes de Wolfenstein: The New Order: un ritmo excelente. Nunca jugaréis demasiado de una única forma. El capítulo siguiente está marcado por varios grandes tiroteos, seguido de elementos de exploración con resolución de enigmas y aún más tiroteos. Los dos capítulos posteriores presentan más enemigos nuevos, incluido un minijefe que acabó conmigo media docena de veces hasta que se me ocurrió cómo derrotarlo; y que proporcionó un desafío fabuloso y divertido en el juego conforme me iba encontrando con sus secuaces a lo largo del juego. Los entornos del castillo también son muy variados: niveles subterráneos mohosos en los que casi nos asfixiaremos con el aire enrarecido, catacumbas fantasmales que nos recuerdan a las pelis de Indiana Jones, habitaciones lujosas y bibliotecas acogedoras (con sus chimeneas crepitantes) y talleres de retrotecnología abarrotados de máquinas ruidosas y repletos de soldados nazis. Todo culmina en un combate explosivo y una emocionante fuga que están a la altura de lo mejor que nos ofrece The New Order. Después, B.J. aparece en la aldea de Wulfburg, y la experiencia de juego cambia radicalmente…
Que salgan los muertos
Aunque la variedad de entornos y jugabilidad de la primera parte es notable, es admirable el modo en que The Old Blood da un giro inesperado en “Los oscuros secretos de Helga Von Schabbs”, a la vez que sigue respetando el conjunto de la gran experiencia.
Sin ánimo de desvelar demasiados detalles de la trama, es aquí en la aldea donde encontramos a los muertos vivientes. Tras un primer capítulo en el que nos movemos furtivamente por entornos al aire libre (los cuales tienen una paleta de colores completamente distinta, dominados por tonos castaños cálidos, pastel y vivos tonos rojizos y anaranjados), ocurre algo que hace que se libere a la horda nazi de muertos vivientes.
¡Y menuda horda! Mientras que la primera parte del juego es una explosión de nostalgia, la segunda mitad ofrece diversión clásica en estado puro. Aunque a veces las cosas se pongan difíciles, hay momentos memorables en los que B.J. dispara a corta distancia con una escopeta recortada o acaba con su fiel fusil de asalto con unos muertos vivientes que caen, literalmente, del cielo. Esto constituye una fantasía increíble y proporciona diversión sangrienta a raudales. Hay momentos incluso de diálogos clásicos de B.J., incluida una conversación tronchante entre Blazkowicz y Kessler. Y sí, a veces, también es conmovedor. MachineGames sabe cómo tocarnos la fibra con su narrativa, pero nunca abusa de ella. En su lugar, se centra en encontrar nuevas maneras de disparar, golpear y fulminar a los muertos vivientes nazis (no os perdáis ese momento especial del capítulo 7). Tened en cuenta que no se trata de los típicos muertos vivientes: algunos llevan fusiles y otros se abalanzarán de manera agresiva hacia nosotros. Esto hará que todo sea variado, sorprendente y asombrosamente divertido.
Y este es el punto crucial de The Old Blood. Se trata de una vuelta a la vieja escuela en la esencia de los mejores shooters, pero con todos los elementos que son de esperar en un juego moderno. Es una mirada atrás cargada de nostalgia a una franquicia con solera, pero presentada de una manera que llegará al corazón de todos los jugadores, hayan jugado a los originales o no. The Old Blood está cuajado de sutiles guiños a The New Order, pero aun así es un juego en sí mismo. Tanto es así que el juego desarrolla en profundidad dos personajes secundarios del Return to Castle Wolfenstein de 2001 (Kessler y el agente Uno), aunque no hace falta que sepamos por qué han vuelto para poder disfrutar de su presencia en el juego.
Esto es nostalgia bien hecha, y es lo que hace de The Old Blood una experiencia memorable.
Wolfenstein: The Old Blood es un juego independiente que se publicará el 5 de mayo de 2015 para PlayStation 4, Xbox One y PC por 19,99 €. The Old Blood también saldrá en soporte físico en Europa el 15 de mayo para PlayStation 4, Xbox One y PC.